Una exposición de la primera visita del arquitecto suizo a España abre los actos que celebran el centenario de la institución.
SUSANA GAVIÑA | MADRID
«La
Residencia es una acrópolis sembrada de chopos, donde el señor y la señora Jiménez han creado un centro de estudiantes, escuela de solidaridad, de espíritu de iniciativa, de sólida virtud. Es como un monasterio –sereno y largo-. ¡Menuda suerte para los estudiantes!». Con estas palabras se refiere
Charles Édouard Jeanneret-Gris (1887-1965), más conocido como
Le Corbusier, a una de las paradas que realizó en su primera visita a España, en mayo de 1928, y que relató en un artículo publicado en un diario de París, «L’Intrasigeant», un mes después de haber desembarcado en nuestro país, invitado por la Sociedad de Cursos y conferencias, para ofrecer dos charlas en la
Residencia de Estudiantes.
Una invitación que decidió aceptar tras cumplirse una condición: «Ver las corridas de toros. La que vi –recordaba después- fue, al parecer, excepcionalmente bella. Aquí radica –como tan admirablemente muchos otros ya han apuntado- uno de los fundamentos del carácter español, tal y como lo exigimos». Ahora, ochenta y dos años después de aquella visita, uno de los mayores arquitectos del siglo XX, impulsor de la modernidad, vuelve a
la Residencia en forma de exposición.
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