Con su proyecto «Éclats», 3.000 paraguas con una luz incorporada, la española amplió la arquitectura de la nueva sede de una de las colecciones de arte moderno más sobresalientes de Europa.
JAVIER DÍAZ-GUARDIOLA |MADRID
Una llamada en diciembre de 2009 al estudio de
Maider Lópezmarcaría cómo serían los actos de inauguración de la nueva sede que el
Pompidou preparaba en Merz, que el pasado 15 de mayo abrió definitivamente sus puertas.
Los responsables de esta institución artística sabían de la trayectoria de la española–que
ya había participado en las celebraciones del X aniversario delGuggenheim-Bilbao – y contaban con que no les defraudaría: «Tenían muy claro que
querían un proyecto que invitara a la participación ciudadana y que tuviera presente la potente arquitectura del nuevo edificio», explica la propia
Maider López.
La donostiarra se puso a darle vueltas, y tras visitar el inmueble, diseñado por
Shigeru Ban y
Jean de Gastines, y desechar alguna idea, «porque se desarrollaba en un plano más íntimo», vio finalmente la luz, nunca mejor dicho: «Me di cuenta de que el contexto real de la inauguración iba a ser
el exterior del museo, y que la misma marca Pompidou arrastraría a muchísimas personas. Había que pensar en algo a esa escala».
Y así fue. López se imaginó entonces el nuevo edificio-icono como un núcleo sólido, y a las personas que pulularan a su alrededor, como pequeños átomos «que se relacionan libremente y que libremente hacen suyo el espacio público». El día marcado, el pasado día 15, a la hora señalada, las 21,15 horas, la artista comenzó a distribuir entre los convocados y con la ayuda de unos 150 voluntarios de la ciudad hasta 3.000 paraguas, blancos como la superficie del edificio. Las existencias se agotaron en cuestión de minutos y muchos, muchísimos más se quedaron con las ganas de recibir uno.
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